EL Transporte Interprovincial y la clase media
Usuarios informales por naturaleza
Como nunca en el Perú la clase media se ha puesto de moda. Los profesionales del marketing han puesto en evidencia, con desenfreno y optimismo, que quienes pertenecen a ésta no son personas del nivel tradicional (que quieran llegar a ser como la clase alta) sino es un segmento netamente emergente que ha logrado surgir económicamente dentro del proceso migratorio del campo a la ciudad. Esto incluye por supuesto a las generaciones siguientes, las cuales se identifican social y culturalmente con este alud provinciano que ha invadido no solamente Lima, sino también las capitales de las regiones, como diría Matos Mar: hijos del desborde popular.
Es más, se dice que esta clase media ha logrado superar en tamaño al segmento que representan los pobres y los pobres extremos en el Perú, más aún se ha convertido en el grupo mayoritario de todos los niveles socioeconómicos e incluso se la considera como la locomotora del consumo. Por consiguiente es receptora de toda campaña y estrategias comerciales que tenga como objetivo venderles productos y servicios, en este segmento está cifrada la esperanza de continuar el crecimiento del país vía el detal (retail).
Según un estudio de Arrellano Marketing, el 57% de peruanos es de clase media, mejor dicho, se consideran ser el centro de la pirámide social. Por otro lado, es una clase media en formación, son personas que por diversas razones fueron expulsadas del campo. Han empezado a generar riqueza por todos los medios, actualmente su número se cuenta por 9 millones de peruanos que pertenecen a esta clase emergente, nada desdeñable para ser tomados en cuenta tanto política como socialmente.
En cambio, nuestros sociólogos y politólogos son más cautos al respecto, si bien consideran que la clase media está siendo percibida e identificada como promotora y generadora de cambios en los hábitos de consumo en el país no asumen el rol que debiera realizar conforme a su naturaleza, tan igual como en otros países, sobre todo en el aspecto político, en la protesta, ya sea demandando calidad en los productos y servicios a la iniciativa privada o mejores servicios al Estado (lastimosamente se conforman con estar en la ola) son tan diferentes a las clases medias que se han consolidado tanto en Chile y Brasil.
Según Carlos Meléndez en su artículo: “Paradoja Peruana: O por qué nuestra clase media no es la solución, sino el problema”, en el Perú la clase media está convertida a la informalidad, no se encuentra vinculada estructuralmente al Estado, sus niveles de movilización son mínimos, la clase media en el Perú no protesta, porque el informal no protesta, no exige reformas, le es indiferente que los servidores o los servicios públicos hagan su tarea o funcionen. Personas de clase media que están lejos de sentirse verdaderos ciudadanos, con derechos y obligaciones, pero esta evasión la practican con la convicción de eludir sus obligaciones frente al Estado.
Para nuestros politólogos, la clase media en el Perú tiene un abierto desinterés por la política y rehúye al Estado, pero lo más grave es que siempre está dispuesta a consentir la coima y la corrupción debido a que su surgimiento en la escala económica y social lo ha hecho al margen de las regulaciones estatales o a veces en contra del propio Estado bajo un criterio sutil. La regulación estatal la considera como un obstáculo por superar, no deteniéndose a reflexionar o indagar sobre la licitud o no del camino elegido para lograr sus objetivos, increíblemente han logrado congregar en uno solo al hombre apolítico con el hombre amoral, un cóctel peligroso para nuestro futuro.
En ese sentido, el libro de Francisco Durand: “EL Perú Fracturado, formalidad, informalidad y economía delictiva”, nos permite comprobar la magnitud del problema de la informalidad, ausencia de límites entre licitud e ilicitud. En una economía como la peruana atravesada mayoritariamente por actividades económicas con una conducta informal, estamos consolidando por omisión una economía ilegal, además de tener varios segmentos sociales catalogados como clase media que han apostado por mantenerse dentro de una economía que ronda con lo delictivo, a vista y paciencia de todas las autoridades del País.
Podemos afirmar sin temor a equivocarnos: nuestro modelo económico actual, nuestra clase media se viene formando y construyendo sobre una economía informal y, aquellos de la clase media que aún se mantienen en una economía formal poseen un estatus que sus actividades, deben demasiado a los vínculos sólidos que mantienen con la economía informal. Al respecto podemos ver el Informe ILO 2012 (The International Labour Organization), el cual, Perú tiene una informalidad del orden del 71.3% de su economía que se descompone de la siguiente manera: el 50.2% de los mayores de 18 años esta empleado en el sector informal, mientras un 21.1% cuenta con trabajo informal vinculado al sector formal de la economía.
A todo esto, ¿Qué tiene que ver la clase media con el transporte interprovincial? Mucho, diríamos demasiado, es la respuesta a todos los problemas por los que el transporte interprovincial viene siendo afectado. Por eso, no entender el tema significa estar hablando de una sentencia de muerte de la actividad formal del transporte terrestre. La clase media peruana se ha vuelto mayoritaria ha transformado la tradicional pirámide social, lo que tenemos hoy en día es un rombo social, la cual recorre todas las actividades económicas pero sin consolidarse socialmente (nada tiene que ver con el rótulo electoral de la inclusión social de Ollanta Humala).
La clásica división de los niveles socioeconómicos en A, B, C, D y E, donde A y B son los altos, D y E los bajos, nos permite comprobar quienes son los usuarios mayoritarios del transporte interprovincial en ómnibus. Es evidente que el sector A, es el menos propenso a utilizar el transporte interprovincial en ómnibus, su elección natural es el transporte aéreo, como sector minoritario no es el mercado al cual apunta el transporte interprovincial en ómnibus, salvo el transporte interprovincial de élite.
Lo usuarios del segmento B, quienes rozan o forman parte de la clase media en el Perú, no siempre pueden elegir el servicio del transporte aéreo, por razones de trabajo, comercio o visitas familiares. Están obligados a usar el transporte interprovincial en bus, por lo general utilizan los servicios especiales (VIP, Cruzero, Premiun, Servicio Van, auto Colectivo, etc.),y son usuarios sobre los cuales se cierne una disputa tanto el transporte aéreo como los servicios especiales del transporte interprovincial.
En el caso de los niveles bajos, D y E, debido a que sus ingresos son ínfimos resulta difícil que sean usuarios permanentes del transporte interprovincial, salvo pequeños segmentos del nivel D. Por razones de trabajo o de comercio los lleva a movilizarse entre algunas localidades ubicadas en diferentes provincias sea de una misma región o diferentes regiones, tal vez para algunas empresas del transporte interprovincial sea su mercado natural, pero para el transporte interprovincial en general representa un mercado menor.
De acuerdo a la proyección de crecimiento de la clase media en los últimos años, debido a la reducción de la pobreza, es indicativo que quienes han salido de la pobreza que representan los niveles D y E han pasado a engrosar las filas del segmento C. El transporte interprovincial ha tenido un crecimiento sostenido en el número de usuarios sin ser exponencial pero gradual en los últimos años.
El nivel C siempre ha sido por origen el mercado natural del transporte interprovincial en ómnibus, cualquier cambio en número o en hábito de consumo en este segmento repercute en toda esta actividad del transporte. Podemos decir que la clase media tradicionalmente siempre es y será siendo la que más demanda servicios de transporte interprovincial de pasajeros en ómnibus.
Esta clase media emergente, desorganizada, muy amiga de cruzar cercas con la finalidad de lograr sus objetivos y que esquiva a las regulaciones estatales, según los sociólogos y politólogos es la que genera y potencia la informalidad en la economía del país, situación que pone en riesgo el futuro del país. Los economistas ajenos al neoliberalismo vienen dando las alertas al respecto, no podemos seguir con un modelo que se sostiene en una clase media informal. Esta conducta colectiva del segmento mayoritario de nuestro actual rombo social, no le hace bien a la economía peruana menos aún a la política peruana.
El hecho que no se organicen políticamente no quiere decir que no tenga representación política, al contrario. La inactividad política y la preferencia por lograr objetivos personales hacen que al Congreso arriben personas con el mismo designio o perfil. Los partidos políticos existentes y los que se forman previo a las elecciones están atiborrados de estas personas, como son demasiados prácticos no necesitan desarrollar una carrera política ni mucho menos hacer docencia y práctica política. Ellos reducen la participación política a una opción de desarrollo personal, social o económico si tienen alguna fama ganada profesional o económicamente, quieren coronar su estatus social con un puesto político, al margen de usarlo en el camino para sus fines particulares.
Al final hemos llenados muchos puestos de la administración pública con de esta clase media, apolítica y amoral, que se siente más cómoda el cruzar las cercas de la legalidad y siempre dispuesta por naturaleza a escuchar las propuestas y las iniciativas de la informalidad.
El transporte interprovincial en ómnibus presta servicios preferentemente a usuarios de la clase media, son personas indiferentes frente al costo financiero que sostiene el servicio a la primera oportunidad de reducir el costo del servicio, ciegamente eligen cualquier alternativa sin tomar en cuenta la seguridad y la calidad del servicio. El reclamo, no forma parte de su quehacer diario, ni individual ni colectivamente, el operador del transporte informal resulta ser la contrapartida ideal, no le exige a éste que cumpla con las regulaciones estatales de acceso y permanencia, lo único que le importa a estos usuarios es llegar al menor costo y a cualquier precio a su destino, el esperpento de la irracionalidad.
De esa clase media informal también se compone los propietarios de los vehículos menores que han invadido las carreteras en el Perú, no les interesa explotar una actividad económica dentro de las regulaciones estatales, sino solamente maximizar todo el ingreso posible que se obtenga del vehículo más no de dicha actividad, cualquier costo asociado a calidad o seguridad del servicio de transportes es eliminado. Estos clasemedieros informales de los vehículos menores solamente le ofrecen llegar a su destino en el menor tiempo y si se puede al menor precio posible.
Como afirman los politólogos, la clase media peruana aún no tiene conciencia de clase como ocurre en otros países, donde exigen y protestan para que la iniciativa privada o el Estado les procuren servicios de calidad y seguridad. Al final, operadores de transporte informales y usuarios clasemedieros en el Perú tienen por naturaleza sólidos vínculos económicos informales. Prueba de aquello es la operación de transporte interprovincial de pasajeros en vehículos menores, acá se ha juntado el hambre con la necesidad. Un usuario clasemediero dispuesto a viajar en lo que sea y como sea, encuentra un operador de transporte que le ofrece el “servicio ideal”, al margen de cualquier regulación estatal.
Según Carlos Meléndez, al igual que nosotros, podemos suscribir sin temor a equivocarnos que nuestra clase media peruana está compuesta de empresarios que realizan actividades económicas sin contar con licencia de funcionamiento, tampoco sin gestionar ninguna autorización sectorial, menos aún cumplir con los requisitos mínimos y básicos que se exigen para el manejo de actividades riesgosas o peligrosas; también son aquellos que arriendan sus propiedades pero no pagan el impuesto respectivo, o los profesionales que en todo momento tratan de sacarle la vuelta al Estado evadiendo el pago del impuesto, esto incluye a los clientes de estos profesionales que se coluden para no emitir los comprobantes de pago respectivos; frente a esta capacidad interminable de eludir al Estado, resulta difícil combatir la informalidad.
Los operadores formales en ómnibus del transporte interprovincial de pasajeros la van a tener difícil. Sus esfuerzos no solamente van estar dirigidos a luchar por una regulación sectorial razonable y una fiscalización direccionada contra la informalidad, también una lucha política. Se debería apostar por una consolidación de la clase media por ser su mercado natural por una conciencia de clase, que se organice y reclame para que se le otorgue servicios públicos y privados con calidad y seguridad, como si ocurre en otros países, caso contrario seguiremos en este círculo vicioso de usuario mayoritariamente informal que se conecta con operadores informales a vista y paciencia de las autoridades las cuales tampoco se comprometen en la búsqueda de una solución frente a la ola de ilegalidad que invade el país
En conclusión: el modelo político y económico peruano requiere urgente reformas, no podemos seguir cerrando los ojos y decir como muchos vienen diciendo por años: que no se lo toque, más que por convicción por un falso temor a lo que ha ocurrido en el pasado. De no haber, reformas, no vamos a tener viabilidad económica, la alta informalidad que genera nuestro modelo es imposible que nos lleve por el camino del crecimiento en el futuro
El transporte interprovincial para tener viabilidad como actividad económica formal, en la medida que estas reformas se den en lo económico y político, se acepte que la informalidad es el enemigo número uno a combatir. Para eso la clase media en el Perú debe asumir su rol y rechazar toda convivencia en el día a día con la informalidad, nuestros usuarios tienen que romper con aquello que hoy consideran como algo natural, escapar de sus deberes ciudadanos lo cual también los aleja de sus derechos.